Syringa, el «árbol de lilas», en este poemario quiere simbolizar «sorpresa», otra visión de lo vivido, o una nueva. Y también supone una entrega de la memoria, desde una primavera al margen de las estaciones, como un sencillo regalo que llega sin esperarlo.Los textos se agrupan en diversos apartados que apuntan a referentes sentidos por la autora: el coraje emocional de la poeta que apunta al horizonte, la armonía de los ecos que aúnan las resonancias íntimas con otras del paisaje sonoro o visual que la rodean, el álbum que conserva sus perfiles queridos, la mirada que se fija en quienes trabajan con sus manos pero permanecen en la sombra de la historia, o la singularidad de poetas que han elevado su conciencia sobre el laberinto de otras voces; y, por último, las emociones, breves en el tiempo como los poemas que generan, tras un encuentro con la belleza natural o cotidiana y que pudiera ser trascendente.En su conjunto, los poemas quieren ser un agradecimiento: por el lenguaje aprendido y conformado como instrumento de liberación y conciencia humanística, por el componente poético que nos acompaña y acerca, y por poder crear con él espacios para la imaginación y la permanencia.Los lectores completarán estas intenciones, pues ellos y ellas son los que dan cuerpo sonoro y cordial a lo que aquí queda como letra escrita.