Encuentro ahora en la poesía de Gavotto la trasgresión necesaria para seguir caminando como sinónimo de seguir viviendo. En esa terquedad del padecimiento, el poeta acata al convite y se deja guiar por las palabras; manifiesta entonces con versos situaciones lúdicas, eróticas, existenciales. Es un chanflazo que penetra por el ángulo cuando leo: Schubert se manifiesta en el silencio-una gota de sudor se derrama-estoy en ti-te toco con mis ojos-entro en ti -y me voy por tu sangre...Es entonces que el poema me impulsa a dar una vuelta olímpica dentro del cuerpo. Festejo la perfección del impacto y agradezco al autor la construcción de sus versos. Apenas doy vuelta a la hoja y me dispongo a leer el siguiente texto, que seguro estoy un disparo chorreado, porque los libros están hechos la mayoría como pulsaciones de electrocardiograma, unos intensos otros débiles. Me equivoco y el disparo vuelve a ser certero, ahora desde fuera del área. Yo convertido en portero estoy inerme. Salgo corriendo del estadio y le pregunto a Gavotto: ¿Es una rola de Sabina? Con la humildad en la mirada, sin palabras, el vate responde que es un poema, de su autoría. Pinchi manuscrito (porque así lo he leído), mayor ritmo no puede tener. Leo: Las hijas huérfanas/ de las madres frígidas/ querían una silueta de moda/ y alucinaban trivialidades... Continúo en la lectura y en lo sucesivo de los versos me introduzco a un encuentro donde no sólo el ritmo me hace bailar festejando a lo Chelito Delgado. Son las imágenes fotográficas que reiteran la trasgresión. Y son también poesía. Carlos Sánchez
