'Entonces es un trato'. 'Está bien', respondió y antes de que tuviera la oportunidad de echarlo de mi sofá, afuera de mi puerta, lejos de mí, colocó sus labios sobre los míos. Al principio me quedé en shock, congelado en mi lugar y un poco irritado porque estaba atrapado en una posición sentada incómoda. Pero pronto mi cuerpo empezó a responder, nuestros labios se movían en perfecta sincronización y la electricidad patinaba por mi columna. Poco a poco se soltó con un brillo travieso en los ojos. 'Pensé que sólo nos estábamos besando delante de ellos', dije sin aliento tratando de sonar molesto mientras claramente sus estúpidos labios me habían hecho ver estrellas. 'Sólo estaba practicando. Y también selló el trato con un beso', sonrió. 'Sí, claro', bromeé. -Oh, vamos princesa, ni siquiera me detuviste. Simplemente admítelo: eres adicto a mis besos'. En ese momento me di cuenta de que había vendido mi alma al diablo y que no había forma de retribuir. Porque este diablo en particular que me sonreía no hizo reembolsos.