En octubre de 2020 el cabo de su vela se apagó. Un visitante inesperado, cuyo extraño nombre (Covid-19) nunca olvidaremos, se lo llevó sin más. Hubo de afrontar su destino tras una puerta cerrada a cal y canto, sin el calor de otra mano en su mano, sin una voz reconocible susurrándole palabras, sin una despedida. Recién jubilado de su actividad docente, su empatía, su extroversión, sus celebrados poemas, todo cuanto de él fluía cebando afinidades pasó a ser asunto de la memoria. Sin previo aviso, el hoy pasó a ser el ayer. Nunca volveríamos a verle si no era cerrando los ojos, si no era pensándole.No hubo tiempo ni lugar más que para las sabidas convenciones, para los descanse en paz y frases similares de bonhomía social, porque después de todo la vida sigue y la primera obligación del superviviente es vivir. Y así, desde la supervivencia, te digo: feliz viaje, hermano, adondequiera que la muerte te lleve; sigue vivo en nosotros, que es otra manera de vivir. Dejaste mucha vida escrita, habrá que leerla despacio. Frecuentándola, volveremos a encontrarnos.Pablo Jiménez 10