La obra de Edgar Morin ha sido fundamental en la transformación del pensamiento educativo contemporáneo. En sus textos La cabeza bien puesta y Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, Morin propone una educación que reconozca y aborde la complejidad del conocimiento, preparando a los estudiantes para enfrentar la incertidumbre, la interdependencia y los desafíos globales. Su enfoque transdisciplinario busca integrar saberes fragmentados y superar la compartimentación del conocimiento escolar. Además, destaca la importancia de enseñar la condición humana y la identidad terrenal, fomentando una ética del género humano que promueva la comprensión mutua y la democracia. Este enfoque ha influido en diversas tradiciones culturales no occidentales, como el pensamiento bantú africano y las cosmovisiones andinas, que ya concebían la interconexión y la complejidad como dimensiones constitutivas de la realidad. La propuesta de Morin invita a repensar la educación como un proceso integral que prepara a los individuos para vivir en un mundo complejo y diverso.