El último tren a MontevideoMe acerqué a la ventana a mirar sin ver. Mi mente, mientras tanto,es poseída por viejas coplas. Asícomienza el último cuento de este volumen de Luis López Castro, siguiendo la tradición cuentísticauruguaya, inaugurada por Horacio Quiroga y seguida incansablemente por una larga lista debuenos narradores uruguayos. Estamos frente a la ópera prima de este novel autor, cuya manifestación artística fundamental hasido a través de la música (ver noticia del autor), sin embargo aquí devela otras motivaciones; narrarpara lograr que la fusión de lo real y lo imaginario pierda cualquier trazo que marque sus fronteras.El último tren es un muestrario de paisajes y personajes montevideanos, como una especie degalería con imágenes que nos reconocen. Las descripciones de López Castro se relacionan conun mundo literario transitado: Desde la ventana se ve el Batallón Florida, como expresa en elprimer cuento del libro, donde Godofredo, personaje de la acción, que sin embargo no participa de la misma porque forma parte de lahistoria oscura (o gris, como dice el autor) de los desaparecidos en la última dictadura cívico militar. Sin embargo, la habilidad del autor muestra alprotagonista del cuento sin que él mismo se presente ante el lector.En esta galería de personajes montevideanos, fácilmente reconocibles por el lector desprevenido, es una clara muestra de la habilidad narrativa,puesto que el autor indaga en diferentes escenarios de la parafernalia metropolitana con gran acierto: ¡Hortencia! ¡Hortencia! -gritabaManuel Ferrer, (en ¿Quién perturbó a las hormonas?), o como el loco Soler en la carniceríaLa Mundial (en Historias de oriente), la monja Evelina o Patricio caminando por el parque Rodó en la noche de Iemanjá (en El nombre de Cristo),personajes que forman parte de una acuarela, que pinta, de manera apasionada y precisa, personajesreconocibles de nuestro Montevideo en diferentes épocas.La narrativa de López Castro en este primer libro, se sitúa en la frontera de la literatura urbana, que inevitablemente va de la mano con Onetti,Felisberto Hernández, Andersen Banchero, Héctor Galmés, entre otros. Esto no va en desmedro desu arte creativo ya que establece nuevos registros en cuanto a la perspectiva del narrador, sin buscarsituaciones imaginarias, ni explosiones emocionales que desvíen al lector de una sinquerer intencionalidad.La superficie del agua, apenas se ondulaba por una suave brisa. Un azul muy intenso igualmentedejaba traslucir cada detalle del fondo (en El capitán Karl Sirevac), muestra en el pulso del escritor, cierta intuición poética antes de arrollarnoscon los acontecimientos. Este recurso se repite a lo largo y ancho del libro, demostrando la ductilidaden la concepción literaria. Basta como ejemplo: Sulengua era tan imprevisible como el pincel de Dalí.Estos cuentos están salpicados de pequeños poemas o letras de canciones, como muestra delsentido deconstructivo de la prosa tradicional. Estos cuentos son una fotografía artística de un Montevideo reconocible y a la vez anhelado comosucede en el cuento que cierra y da nombre al conjunto: Desde esta ventana, desde la libertad que entra por aquí, desde la luz que nos baña, cantaréRigoletto para mis amigos. Como lo hice en Teatro Odeón, con Miramontes guiándome. Qué tiemposaquellos. 10