El Imperio del Polvo contiene un puñado de textos en los que recreo la ciudad en la que viví durante mis primeros años. Es posible que, como ejemplo urbanístico, la ciudad no valga nada y que se convirtiera en un enfado que produjo más problemas sociales que los que resolvió. Lo que es seguro, es que la ciudad en la que viví y de la que hablo en mis textos son dos entidades distintas y hasta enemigas. Una es la ciudad real, la miserable, peligrosa, áspera, desértica, desolada, y repleta de podredumbre material y humana, y la otra es una recreación literaria, mágica, sufriente, paradisiaca, reconfortante y profundamente humana, la cual describe un hombre, si es que esto es posible, a través de los ojos de un niño, del niño que fue y que en algún lugar no muy distante se mantiene vivo.