Lea el prólogo despuésAviso: leer toda suerte de análisis de una obra puede sesgar la mirada prístina de quien lee, de modo que tal vez sea mejor pasar primero por la obra y después ponerse a evaluar, juzgar y recomendar. Pueden incluso discutir con lo que escribe quien esto firma, que no escribió un posfacio porque le pidieron un prólogo. En caso de que acepten mi advertencia, paren acá.El título del libro podría ser perfectamente un emblema de los procedimientos narrativos y no solamente de cierta empresa que circula por las páginas de un verano pueblerino. Para que podamos internarnos en un mundo o, como en este caso, en una comarca, el autor debe armarse de un arsenal lingüístico y literario que le permita mover los hilos de la ilusión y hacerlos reales a nuestros ojos. Uno de los aspectos a destacar es la decisión de qué contar. ¿Por qué detenerse en desgranar unas jornadas estivales de un adolescente que está dando sus primeros pasos en el mundo laboral a instancias de su madre, que no lo puede ver sin hacer nada? Y, por otra parte, ¿por qué un autor cuya obra anterior oscilaba entre lo fantástico, lo sarcástico y lo humorístico transita, en un camión destartalado, por los alrededores realistas de una localidad del interior?E incluso, ¿tiene por qué anclarse a un género o, por el contrario, esta reubicación en la taxonomía literaria habla de una intención de apropiación de los territorios de la literatura local?El narrador, un joven lector que viaja por las aguas de Moby Dick, empieza a trabajar con Villalba, cuya empresa promete, justamente CONSTRUCCIÓN Y MANTENIMIENTO. La jornada laboral, empero, parece moverse por unos territorios desconcertantes para el aprendiz de trabajador, quien se ve forzado a un trabajo mental mucho mayor que el desgaste físico que habría sido previsible según el letrero del camión del nuevo patrón. Y es aquí donde se evidencia la pericia narrativa de Piero Dini, quien logra hacer lo que Joseph Conrad en La línea de sombra o, en nuestras tierras, Levrero: hacer que un relato avance sin que pase nada, mediante el mecanismo de la omisión. El propio personaje asume para sí la carga del suspenso, de la interrogante acerca del carácter de su aventura, o lo que sea que esté viviendo. La propia inacción, retrato fiel y exacerbado de lo que puede ser una de nuestras localidades bajo el calor y la dejadez, deja un hueco para que crezcan, cual yuyos inevitables, las ganas de saber. Y he aquí la regularidad de la prosa del autor canario: se mueve a impulsos del deseo, desde el suyo de contar hasta el del gurí y el del lector de saber. No es poca cosa que lo logre con unos elementos deliberada y realistamente mínimos.Algo tendrá que ver la ballena blanca que se persigue por los mares, símbolo redondeado de lo elusivo, guiño metaliterario y acaso un homenaje a una adolescencia lectora que engendró al escritor quien, por su parte, añade unas referencias onettianas al clima del relato, que indudablemente lo tiene, como para que nadie dude que este organismo verbal pertenece a la atmósfera de la literatura uruguaya, de la que se sirve y aporta. 10